20.03.2012 08:18
Riego
El tabaco como planta de gran desarrollo vegetativo y corto ciclo de crecimiento es exigente tanto en agua como en elementos nutritivos.
El agua es necesaria para la vida de las plantas, ayuda a la disolución de los nutrientes. En el cultivo del tabaco se puede notar la exhuberancia foliar que tienen las plantas indicándose que el 90% de ella está constituida por agua. Una deficiencia en el suministro del agua necesaria para la plantación ocasiona una baja en el rendimiento y un producto poco combustible y basto, y por tanto de escaso valor para la industria.
Un exceso de agua perturba igualmente el crecimiento normal de las plantas, cuyas hojas presentan un desarrollo excesivo de sus nerviaciones y su fino tejido no resiste bien la fermentación.
Se ha demostrado que un aporte de agua abundante disminuye el contenido de nitrógeno proteico en las hojas y produce un aumento en el contenido de potasio y disminuye los de calcio y magnesio.
Los riegos deben darse antes del trasplante, después del trasplante y 2 o 3 más en su crecimiento.
El primer riego antes del trasplante ayuda a mantener el suelo húmedo para recibir la plántula y dar mayor facilidad en esta labor y buen enraízamiento.
El segundo debe darse entre los 5 y 7 días y se aprovecha para replantar; o sea reponer las plántulas perdidas.
Una vez que la planta ha "prendido" (arraigado), se desminuye el riego para que las raíces profundicen en busca de humedad y en esta forma adquiere también fortaleza y se adapta a cualquier condición.
Dos o tres riegos más serán suficientes para el crecimiento normal de la plantación.
El riego por aspersión mejora el aprovechamiento del agua y forma unas hojas de tejido más fino y con menos proporción de venas que las regadas por surcos.
El cultivo de tabaco prospera con una pluviosidad de 1.500 milímetros.
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